Hace diez días me sonó el teléfono mientras yo estaba a punto de llegar al Museul Satului (El museo del la aldea). No soy muy de museos, pero este prometía. Es un museo al aire libre. Un museo con muchos metros, cuadrados ellos. Al teléfono estaba Anca, una rumana que habla muy bien español. A Anca la conocí hace tres meses. Ella es amiga de Javier Torentino (al que conocí hace dos meses), un español que trabaja en RNE y que tiene un programa de Cine.
Resulta que en Sfântu Gheorghe había un festival dedicado al cine europeo durante toda la semana pasada. Ella me propuso asistir al festival el viernes pues era el día dedicado al cine español, y yo, como no sé decir no, no dije no. Se proyectaba Juana la Loca y después había una charla sobre la película y sobre el cine español de los últimos tiempos. Ahí tenía que estar yo representando a la industria cinematográfica española. Diarrea durante toda la semana.
Sfântu Gheorghe es una cuidad transilvánica. A unos cincuenta kilómetros de Brasov (por si os sirve de guía). Resulta que es una ciudad con mayoría Húngara (80%). Para sus habitantes el rumano es esa segunda lengua que no dominan a la perfección.
Al parecer estaban esperando espectantemente ansiosos al español. Igual me esperaban con traje de torero o vestido de señorito sevillano. Llegué con mi camisa de cuadros de felpa gorda y unos vaqueros roídos por la entrepierna y remendados por mi cubana amiga Daisy.
Si hay algo que nos empata a Josele y a mi es la prisa de la última hora...
Durante toda la semana anterior al viernes clave de mi esperada presencia me hallaba en Constanta, una ciudad en una de las orillas del Mar Negro (Marea Neagra), a pocos kilómetros del Delta del Danubio que sí es azul.
El jueves a las siete de la tarde subí al tren camino a Bucuresti (la capital del país se llama así porque Bucur fue un pastor que puso el huevo y de ahí empezó a nacer la ciudad). Llegué a las diez de la noche más muerto que vivo, con cansancio acumulado de haber trabajado toda la semana hasta tarde en mi proyecto sin proyección. En Bucarest llovía y decidí tomar un taxi para que me llevase a casa. Lo intenté con dos de ellos pero no me cogieron, la calle donde vivo está relativamente cerca de la estación de tren y no les salía rentable un viaje tan corto (eso fue lo que yo deduje), así que tomé el metro.
A las doce estaba ya en la cama.
Me desperté a las diez de la mañana y a las doce , o sea, dos horas después, tenía que coger otro tren para marchar a Sfântu Gheorghe. Contaba con una hora para hacerme de información acerca del cine español y de Juana la Loca (película que no había visto).
Google!!!, y eso fue todo. Imprimí mil folios y me fui corriendo a la estación.
El viaje a Sfântu Gheorghe era de unas tres horas. Había que dejar la balcánica zona de Bucarest, atravesar los Cárpatos y meterse en una Transilvania profunda.
Me leí todos los folios, me tomé tres cafés y me fumé (porque fumo) medio paquete de cigarros.
Me esperaban en la estación. Llegaba el español. Tenía un taxi para mi, una habitación en una pensión regentada por una alemana que me hablaba en rumano porque era la lengua más compatible para nuestro entendimiento.
Me llevaron a la sala de proyecciones y el alcalde me saludó afectuosamente.
Primero de todo, era la proyección de cuatro cortos ganadores de varios premios:
- El balancín de Ivan
- Alicia retratada
- Brasil
- Archipiélago
Resulta que fue idea mía dos meses atrás hacer un cineclub de cine en español en el Instituto Cervantes de Bucarest. Hable con mi amiga y Jefa de Estudios y le pareció una idea genial. Le propuse también llamarlo "Cineclub Sancho Panza", por eso de Cervantes y por eso del Quijote y por eso del morbo que siempre me ha dado ese personaje gordo o fuerte, sucio o de la tierra, ignorante o sencillo. A la directora del Instituto le pareció bien la idea de del cineclub pero no el nombre del mismo. Le parecía demasiado cómico para el Instituto Cervantes, para la Gran Institución. Pero vamos, que yo sepa Sancho Panza sale en el Quijote...
Señora, seamos más humildes, no olvidemos que El Quijote se escribió en la cárcel.
El caso es que allí estaba yo. Acabaron los cortos y me tocaba subir al pentium, perdón podium.
Cara de Fofur (ésto sólo lo entenderán algunos/as). Setenta Rumanos que hablan en Húngaro mirándome. Una traductora sentada a mi izquierda. Máquinas de fotos y de videos. Yo otra vez. Yo mil veces porque me sentía muchas veces.
Me acordé de repente que en los últimos tres años he sido profesor y decidí sacar las tablas de la ley. Todos estaban callados, nadie preguntaba sobre los cortos, así que decidí tomar las riendas del tanatorio. Al poco ya había risas e interactuación. Salió Almodóvar. Era de los que más le interesaba saber y lo poco que yo sabía (con anécdotas de culto incluidas) les pareció bastante.
Todo salio bien, porque normalmente las cosas salen bien siempre.
Acordaos de esos aprobados por los pelos en la Universidad.
Después vino la proyección de Juana la Loca. Por fin la vi.
Ahora viene la parte más lúdica del día: fiesta en una posada Húngara, comida y cervezas de un litro. Mucho inglés y rumano saliendo de las bocas de todos porque yo estaba en el centro del huracán. Gente increíble. Me vengo con decenas de mails y promesas de enviarles música en MP3 por correo cuando llegue a España. Me apuntaron cantantes Húngaros que he de buscar por doqueira que pueda. Ellos, cómo no, se llevaron una lección de Silvio porque es mi deber de profeta hacerlo.
Me acosté borracho. Me levanté borracho.
El taxi me invitó a adentrarnos más en Transilvania, y allí que marchamos el taxidriver, la traductora y yo.
Llegamos a Siguishoara. Una ciudad medieval. La ciudad más bonita de las que he visto en Rumanía. Las casas del siglo XV, la gente del siglo XXI, el hambre del XV también, los tomates huelen a tomate...
Después a la capital en taxi, multumesc frumos pentru tot para el taxista, y vorbim saptamâna vituare para la traductora.
Eso es todo amigos.
Lo no me pase a mi... me da rabia si es bueno.
La revedere prieteni mei.
Comentarios (1)
Madredemivida. Te estoy viendo ahí arriba, la ceja algo caída, y el labio inferior pelín descolgado por un lateral, reflejado en cien pares de ojos. Algunos tosen, todos expectantes de lo que tú tengas a bien a hacerles.
Ays, qué pena perdérmelo.
Besos gordos y fuertes.
Escrito por joseangelmadrid | 17 de Mayo 2004 a las 11:33 PM
Posted on 17 de Mayo 2004 23:33