No sé cómo los políticos tienen la desfachatez de disculparse mediante el argumento: "No me informaron de eso". Este último año lo he visto utilizar como cientos de veces, presidentes negándolo todo y aduciendo que sus informadores no les fueron eficaces. Y sin mediar disculpas, cargan el muerto -los miles de muertos- de su fallo sobre aquellos que trabajan para ellos.
Estos días las noticias se centran sobre las torturas inflingidas a los presos iraquíes. George Bush Jr. carga contra Rumsfeld, a quien acusa de no haberle informado de que esa práctica estaba siendo utilizada por los soldados estadounidenses.
Regino me dijo que a él no le sorprendían tales prácticas. "Es imposible trazar una línea divisoria. Cuando envías a un soldado a matar a otras personas, tienes que cargarlo de odio contra el otro. Si el enemigo sólo merece la muerte, ¿cómo puedes hacerle dirimir entre lo que puede y lo que no puede hacer contra ese enemigo?".
Ni uno de nosotros puede pensar que las guerras son actuaciones limpias, entre caballeros que se baten en duelos de ancestrales ceremonia y reglas. Una guerra es un horror entre un grupo de seres humanos contra otro grupo. Mientras, lejos, unos se arrebujan en sus poltronas desde donde dirigen las piezas; otros nos terminamos las bolsas de pipas en el sofá, dispuestos a escandalizarnos en cuanto sea menester.
Hasta entonces, nosotros tampoco lo sabíamos. Yo tampoco lo sabía.