Acabamos de llegar a la estación de Murcia desde Elche, donde Esther nos ha llevado tras haber dormido en su casa. Regino y yo habíamos dormido hasta las once, casi, después de habernos acostado cerca de las tres de la madrugada, porque el concierto no terminó hasta esa hora.
Aunque en la entrada ponía que comenzaba a las siete de la tarde, llegamos cerca de las ocho y tan siquiera habían abierto aún las puertas del recinto. Decidimos irnos a tomar algo, que la tarde se presentaba larga, así que nos escurrimos en un bar cualquiera en San Vicente del Raspeig para hacer tiempo y calmar el estómago frente a lo que se avecinaba.
Esta mañana Pablo ha hecho un café de lo más extraño, como el de caldero que ponen aquí en las barracas los días de feria. No pretende tener cafetera, pese a lo incómodo que me parece eso de filtrar agua a través de un colador de tela donde has puesto el café molido. Pero el café estaba muy bueno, o al menos me ha sentado muy bien. Eso y los sándwiches de queso, jamón cocido y tomate rallado. Un desayuno acorde con lo intempestivo de las horas.
En casa de Esther no se fuma, y eso he hecho -o, mejor dicho, eso no he hecho. Sin embargo, ya cerca de las dos de la tarde tenía el mono de nicotina subido, así que me he bajado a un bar a tomar otro café y fumarme un cigarrillo. He tenido que comprar un paquete porque se me acabó el anterior casi al final de la noche, cuando Fangoria remataba el concierto.
Tocaron algunas canciones de los otros cedés, y casi todo el nuevo. Sólo se dejaron "Adiós" y "Teatro del dolor". Más de quince temas -tampoco los conté, pero más o menos fueron ese número- que sonaban genial. Pablo contaba esta mañana que iba casi todo grabado, pero no les resta mérito. De los grupos que vimos, el que mejor sonó.
Antes que ellos, Astrud. Geniales, también. Buen sonido y una pose muy graciosa, con comentarios breves y repletos de buen humor antes de cada canción. Muy distintos de Ellos, que no me convencieron. Poca voz, mal sonido y una actitud que pretendía ser, imagino, glamourosa y se les quedó en ridícula. Antes de hacer de contorsionistas con el micrófono, deberían comprobar que no se les acople.
Lo mejor: La amabilidad de Esther -cada día me sorprende más que le tuviera miedo cuando éramos adolescentes. Las clases de sonido de Pablo -¡quiero sacar un cedé!. La inteligencia y los mimos de Regino -un día tengo que contar algo malo de/con él, que se diría que todo es mentira de tan perfecto como lo cuento. El aluvión de temazos de Fangoria. Que habilitaran otros aseos en el recinto cuando vieron que las colas para el baño eran kilométricas. La sorpresa Prohibida.
Lo peor: El inexplicado retraso en el comienzo del concierto. El sonido de Ellos. Los camareros de la barra, pocos y parsimoniosos. En general, los fallos de organización.
Y ahora, en casita, a la amada rutina.