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En resumen

Ya han terminado las vacaciones de semana santa. Dos días apenas, que dando clase no hay más hueco que el que mi jefe disponga, que son las fiestas de guardar. Y los días de guardar en cama, que son pocos. Tampoco he viajado a ningún sitio, excepto visitar a Regino en Cartagena - y quedar allí con la Chichi - e ir a ver a mis padres en sus tierras.

Salir por Cartagena ofrece pocas perspectivas. Quizá quien allí viva se conozca mejor los sitios y haya descubierto ese rincón secreto y maravilloso donde poder escuchar buena música y echar un buen baile y tomar una copa nada cara. La Casa Bar, que es el que conozco, pero también es cierto que como lo regenta Amalia y trabaja allí José Luis, pues que mis afectos se inclinan por dicho bar. Quizá haya más, vaya usted -a Cartagena- a saber.

Cuando voy por esas tierras siempre vamos al Mulayem (o Molayem, nunca recuerdo el nombre). Tiene un reservado, Pecatta Minuta, donde se supone que pinchan house, pero vaya, si acabamos allí es porque está lleno de mariquitas y lesbianas y siempre da alegría el ver un poco de libertad. Claro que llamar libertad a acabar en diez metros cuadrados encerrados tras una puerta inmensa es como llamar Internet al Teletexto.

El viernes por la mañana se me fue en el despertar y el viaje hacia casa de mis padres. Apenas comí nada, que tenía el estómago revuelto de las cervezas del día anterior. Le hice oír a mi madre esos grandes éxitos que me había bajado de Lilian de Celis y acabó cantándolos. Al poco llegaron sus amigas y se enzarzaron en su juego del parchís, con lo que acabó ese pequeño momento remember, remember y me enfrasqué en otra tarea.

Sabía que el sábado era el cumpleaños de Chechu y también tenía muchas ganas de verle, así que quedé con él para tomar un café y me dediqué a grabarle un cedé con lo que pululaba por mi disco duro. No es que fuera gran cosa, pero le incluí un par de vídeos: el de "Retorciendo palabras", y uno de Kylie Minogue, "Your disco needs you"", éste último supergay y divertido. Por supuesto también le grabé "¡Mira, una moderna!", que fue el despipote cuando la oímos juntas. Otras canciones también cayeron, pero tuve que estar bastante limitado, que mi arsenal se había quedado en el piso en Murcia. El caso es que nos reímos como cerdas y rajamos como cerdas, que es lo que somos. Feliz cumpleaños, electroperra, y recuerda que te he visto bailando, refregándote el coño en la cabina del diyei.

A la noche quedé para un café nocturno con Jesús. Me reí mucho con él, lo cual me da mucha alegría, el verlo reír. Un beso, Jesús.

El sábado me levanté aperreado de tanto dormir. Para comer mi madre amantísima había preparado un guiso de patatas y bacalao, que tiene que ser lo que le dan a los recién llegados al cielo. Dos platos engullí en un abrir y cerrar de glotis y aún me quedaron ganas de comerme un plato de arroz con leche reposado.

En el par de días anteriores, jueves y viernes santo, medio llevaba leída una novela que recomiendo: "El libro de las ilusiones", de Paul Auster, prestado por Regino. El empujón mayor se lo di el mismo sábado, que llovió todo el día y apenas salí de casa. Sólo un rato con mis padres para tomar un café en el bar de mis primos, el Aquilino. Allí me encontré con mi muy atareada prima MJosé. Entre pasar encargos de las mesas, teclear importes en caja y atender a los clientes de la barra tuvo tiempo para decirme de tomar luego un café. Me pegaría un toque y nos veríamos.

En espera del toque de mi prima, engullí y pico mil páginas de la novela. Pero mi prima no llamó y cuando se hicieron las once, me caía de sueño. Es lo que tiene la inactividad, que me ralentiza y me baja a mínimos. Se suponía que esa noche quedábamos los amigos para cenar o hacer algo, pero supongo que el tiempo no acompañaba y estamos todos muy abuelas ya. El caso es que poco después de las once ya estaba yo empijamado y con el orinal bajo la cama, presto a darle de cabezadas a morfeo, valga la referencia.

El domingo dominguete amanecí a las voces de mi sobrina Ángela. "¡Tete, ¿estás aquí?", preguntaba incrédula. El incrédulo era yo, porque la viajera y la que nunca está es ella. Insinúale de ir a cualquier parte y ya está atizando con el, convenientemente preparado, macuto en los morros para que la lleves. Mi Minichichi es un cielo que no sé a quién habrá salido, quizá a su padre, con quien jamás hablé, por cierto. Ummm, no, a su padre no, que fue un cabronazo, mejor digamos que tiene los genes más selectos de la familia, todos absolutamente dominantes. Y si no, habría que vernos en las comidas domingueras, que parecemos una manada de grullas esquizofrénicas.

Por fin pude tomarme ese café con mi prima, pero ya tuvo que ser ese domingo desayunando en el Templo del Consumo de Dosmares. Una monstruosidad que han hecho crecer junto a la casa familiar para la comida y vocinglerío dominical. Una monstruosidad con su Eroski, su Pull&Bear y su todo, todito, todo para pasar los días gastando. Una monstruosidad a la que rendir pleitesía y diezmos. Mismamente cayó en mis manos, bajo pago de 20€, un precioso suéter de cremallera, todo rojo y con capucha que es un primor y que va a ser la envidia de mis inexistentes compañeras de catequesis.

No hubo mucho follón sin embargo durante la comida familiar, que mi tío estaba muy tranquilillo. Por supuesto que hubo gritos, pero es que en mi casa hablamos así. Luego, un café en casa de Luisa y Benito, que tienen un gusto exquisito para decorar. No es que coincida con ellos, que a mí me va mucho más los colorines, y hacer que el salón parezca una carta de ajuste, pero les reconozco la sobriedad y el hacer la casa acogedora. Poco a poco, nenicos, que ya os falta menos para el palacete.

Esther me prometió un botiquín en forma de cruz roja para su próxima visita a Ikea -creo que tienen pensado contratarla allí. Y se habló de música, de los precios de las casas... dioses, qué viejos y superficiales estamos. Menos mal que Regino y Pablo aportan sangre nueva, jurl.

Tras el café, a casa a hacer el macuto, que me venía Jesús a recoger para volver a la capi. Yo no sé qué tengo en el cuerpo, la inmovilidad, va a ser eso, que estaba de lo más aperreado -y van...- con lo que tardé poco en deshacer la cama con mis musculosas y bien torneadas piernas -hey, quién dice que no son así- antes de dormir.


Comentarios (3)

Víctor:

Cartagena ofrece más de uno y de dos bares para pasar un rato.
En la calle Del Aire visité hace cinco meses, junto con unas amigas que tenían un amigo gordo al que me querían presentar conado volviese de navega, un bar.
La entrada no asustaba aún. Dentro, el mismo infierno. Había una transexual que antes había sido hombre y que antes mujer y que antes hombre. Esto se ponía de manifiesto en sus pieles lejos ya de cualquier capacidad de regeneración. Los ojos sólo mostraban ansia. Sus labios chupaban una pajita conectada a un vaso lleno de azul.
Cien moros al otro lado de la barra. Diez colombianos o peruanos o venezolanos en la otra esquina.
Dentro de la barra una familia yonqui servía copas y se "espurgaban" las liendres.
Yo, como cosmopolita que soy, intenté convencerme de que no estaba asombrado; que en peores plazas había toreado.

A la hora marchamos enfrente al Perú. Ahí el regente sí era peruano, y en el bar había un total de una persona y nosotros. Acudimos en busca de una foto de carnaval de ese marinero que iba a ser para mi. Estaba tan disfrazado que lo que mejor reconocí fue el loro de trapo que llevava en su hombro de traje de pirata.

Hay bares mi hermano Josele, hay bare pero hay que saber buscar.

victor el errador ortográfico:

La próxima vez repasaré el texto y lo escribiré sin vodcas dentro de mi.

Haberlos, haylos, pero desde luego, ese viaje en plan La Divina Comedia, sólo lo hago cuando voy de excursión con las girl-scouts, que por salir un día, pues que no es mi estilo.
Claro que, guiado por el pene, también he caído en tugurios... si al final todos vamos a lo mismo, nen.
Besicos

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