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Un largo viaje {resuelto por chichi}
Los 100 robots {resuelto por Víctor}
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Estoque v.014 {resuelto por Micuñá}
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Un largo viaje {resuelto por chichi}
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*Electrobombo, platillo y abuso
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Un largo viaje {resuelto por chichi}
Entre las ciudades de Fifthpine y Cinquièmepin median seis días de atravesar a pie un despiadado desierto. El mariscal Von James Von, en su afán aventurero partirá mañana para atravesar la cruel ruta desde Fifthpine. El mariscal sabe que un hombre sólo puede acarrear la comida y agua suficiente para sobrevivir cuatro días andando bajo el avaricioso sol, y que no hay vehículo alguno que pueda soportar las altas temperaturas del desierto. Así que tendrá que ingeniárselas para llegar a Cinquièmepin contratando porteadores.
Cada porteador, evidentemente, también debe restringirse a acarrear comida y agua para caminar durante cuatro días, así que para realizar la travesía el mariscal habrá de ingeniárselas para lograr su objetivo. No quiere perderse de ninguna de las formas el arroz con serranas que preparan en la ciudad de Cinquièmepin.
Y aquí va la pregunta: ¿Cómo puede disponer el mariscal Von James Von el viaje para lograr alcanzar su destino?
--¿Cuál es el número de Mónica?
El ayudante mira la tabla de códigos antes de responder. --Mmm, el 422820.
-- De acuerdo, ¿y el de Blas?
-- A ver, que mire... Ya, el 55716.
-- Perfecto, ¿y el de Amparo?
El ayudante pasa y repasa la tabla. No encuentra lo que busca y anuncia -- No, Amparo no tiene código.
-- ¿Cómo que no? Déjame mirar.-- La mirada escrutadora del jefe se ilumina. -- Sí, sí tiene código. Quizá creías que debiera empezar con 9591, y claro, te has metido en un callejón sin salida. En realidad el código debe ser 9515188.
-- ¡Es cierto!
-- ¿Ves? Pues prosigamos, aún me faltan los códigos de Paula, de Ramón, de Óscar, de Nicolás y el de Luis. Ah, y el de Irina y Laura.
¿Cuáles son los códigos que faltan?
Mi tío Gilipo consiguió por fin que el Conde de M. saliera satisfecho con la talla de su diamante {véase Facetas Distintas}. Aunque las matemáticas digan una cosa está claro que cuando están en juego un porrón {o botijo} de euros, mi tío es capaz de cualquier cosa.
Hoy la visita tenía otro fin mucho menos lucrativo. En realidad mi tío tenía un serio problema de filtración de información que quería atajar a toda costa. A su cargo trabajaban 5 empleados, quienes se encargaban de los nuevos diseños para la temporada siguiente. Habida cuenta de que los diseños del taller de mi tío eran la envidia de la burguesía local, y que casi se los arrancaban de las manos cuando los ponía en el mercado, mi tío era especialmente celoso con que no saliera de las paredes del taller ni un sólo motivo, figura o diseño. Sobre todo no hacia la empresa McGema, empresa polémica autora de la diadema-tobillera, que tantos detractores y fieles seguidores había labrado.
El caso es que mi tío había descubierto que algunos de los diseños habían llegado a la mesa de McGema los últimos meses. Evidentemente había algún intruso en su propia empresa. Sin embargo, y según me contaba mi tío:
-- Ninguna empresa copiaría mis diseños a menos que les llegara de manos de dos de mis colaboradores. Uno solo no goza de la credibilidad suficiente.
-- O sea, que tienes dos bocazas en tu empresa, me estás diciendo.
-- Exacto. He comprobado que algunos diseños, los que hago en grupos privados, no llegan a McGema.
-- Ahm, puedes crear en petit comité, de forma que el resto de tus empleados no sepan de esos diseños.
Mi tío se enjugó la frente con su nuevo pañuelo, bordado con los pies por un grupo de huérfanos de guerra en su lecho de muerte.
-- Eso mismo te digo, y estoy dispuesto a localizar a esos sinvergüenzas.- Sus ojos brillaron con una lucidez aterradora -Incluso estoy dispuesto a crear diez geniales diseños que crearé con todas las emparejamientos posibles de mis empleados.
-- Quieres decir que vas a reunirte con ellos de dos en dos, en privado, de forma que cubras todas las parejas posibles. Así, según el diseño que se cuele hacia McGema identificarás a tus, digamos, lenguaraces.
-- Sí, eso, aunque yo hubiera empleado un término menos benevolente. Pero si solicito tu ayuda es porque no estoy seguro de, bueno, ser capaz de crear tanto diseño en el poco tiempo que queda antes de que saquemos la colección. Si tú tuvieras alguna idea, te recompensaría generosamente.
Mágicas palabras. Mi mente se puso en marcha en ese mismo instante.
La pregunta es: ¿Es posible reducir el número de diseños necesarios para encontrar a la pareja de espías colaboradores de mi tío?
El Zar anda revuelto estos días. Últimamente sospecha que su esposa, la Zarina Soyuna Lova, mantiene más que conversaciones con el conocidísimo playboy griego Sergei Arratos. Es más, sospecha que se la dan con manteca de cacahuete.
Con el fin de evitar ver su honor mancillado y evitar de paso que le vinculen con ciertas prácticas, digamos íntimas, con los leñadores del Volga, ha decidido vigilar celosamente todo el correo que recibe y envía su aparentemente díscola esposa. Así, toda carta será sutilmente abierta y escrutada. Tan sutilmente que los supuestos amantes no sabrían que ha sido interceptada. Además, de toda llave que circule por el correo será copiada, se tomará nota de toda clave o código que se encuentre en el correo; y si en algún momento se envía alguna caja o algún paquete con cerradura o candado, se probarán todas las llaves y claves para ver si puede abrirse sin dañarlo. No se abrirá ninguna caja de la que no se disponga de llave, con el fin de evitar que los amantes sospechen de que están siendo espiados.
Soyuna, que pese a ser de sangre caliente, de tonta no tiene un cabello, sabe de las intenciones de su maridito. Ni corta ni perezosa decide idear algún método que le permita comunicarse con su, efectivamente, amante Sergei, conservando la privacidad. El método ha de cumplir también que, en ningún momento el Zar pueda abrir paquete o caja alguna sin descubrirse todo el pastel del espionaje.
La pregunta es: ¿Qué procedimiento puede usar la Zarina para comunicarse con Sergei de la forma que ella desea?
Mi tío Gilipo, el joyero, vino a verme ayer tarde. Resulta que el Conde de M. {nos reservamos el nombre por cuestiones obvias} quería regalarle a su amante, la Duquesa de O. un diamante único. Traído de las lejanas minas de Dondestén, pero en estado bruto, lo dejó a mi tío para que él lo tallara, pues su arte es conocido en toda la región y en parte de Despeñaperros.
-- Pero el Conde me ha impuesto una condición inexcusable. - explicó mi tío - El tallado del diamante ha de ser tal que cada cara ha de tener un número diferente de lados.
-- Es decir, que no puede haber dos caras que tengan en su contorno igual número de aristas, ¿no es eso?- pregunté.
-- Efectivamente, por eso vine a verte para que me orientaras antes de empezarlo a tallar. Por más diseños que hago, no logro dar con el adecuado. -Una vez más se enjugó el sudor con su pañuelo de seda bordado por un grupo de parturientas búlgaras, caro donde los haya.
-- Pues has venido a preguntarle a la persona idónea. Yo voy a darte la solución para construir ese diamante.
Y cuando se la di, casi se me desmaya del soponcio. Mi "es imposible" se le incrustó directamente en la cuenta corriente.
La pregunta es: ¿Por qué es imposible tallar el diamante como se le exige a mi tío Gilipo?
Lo hemos conseguido. Ya tenemos el producto perfecto que todo amo y toda ama de casa quieren para sí: el SRVL-2000. Un robot que limpia la casa, pone lavadoras, tiende la ropa, la plancha, riega las plantas, sabe programar el vídeo y capaz de conversar sobre cualquier tema {lleva incluso una conexión Bluetooth permanente para estar constantemente informado de todos los temas del corazón}. Lo más destacable, sin embargo, es que el robot es incapaz de mentir.
Sin embargo, nuestra última partida de 100 robots nos ha salido defectuosa. Resulta que algunos de ellos, y no sabemos cuántos ni cuáles, aparte de no saber programar el vídeo y tener cierta tendencia a quedarse jugando a la consola o chateando, mienten como bellacos constantemente. Dispuesto a resolver el problema, nuestro ingeniero jefe decide abordar la situación preguntando a cada robot cuántos de sus compañeros están estropeados.
Sus respuestas no dejan de ser curiosas. El robot número 1 contesta: "Al menos uno de nosotros está estropeado". El robot número 2, contesta algo parecido: "Al menos dos de nosotros estamos estropeados". El número 3 sigue con el sonsonete: "Al menos tres de nosotros estamos estropeados". Y así hasta el robot número 100, quien contesta: "Todos nosotros estamos estropeados".
Tal información le fue suficiente a nuestro ingeniero jefe para deducir cuántos y cuáles de nuestros robots estaban estropeados.
¿Puedes decirnos cuántos y cuáles de la partida de esos 100 robots son defectuosos? {Las respuestas, y todo lo que quieras añadir, en los comentarios}